Sábado.

Me sorprende tanto su mirada...

Noto el magnetismo que hay en la distancia de sus pupilas a las mias.

Es un magnetismo que resalta, y que me hace suspirar.

Nos decimos tanto con una sola mirada... Que nos sobran las palabras la mayoría de las veces. Me gusta poder mirarle fijamente a sus ojos almendrados con ese color oscuro que tanto me gusta, y ver como sus nervios se alteran y su cuerpo vibra. Observarle mientras respira... Observarle mientras me habla y me dice cosas bonitas. Mis ojos se acostumbran a ver su rostro.

-Te amo

-Pero.. yo más, mucho más, infinitamente más, con la fuerza de los huracanes.

-No, yo más! porque yo hasta el infinito y más allá hacia donde el hombre jamás ha pisado.

Su dulce piel morena un poco tersa , pero aun siendo tersa, me vuelve loca. Sus labios de forma perfecta para mi, con un color oscuro, y dulces. Sus manos con piel desgastada y uñas quebradas, cómo olvidar estas manos. Su pelo, su pelo suave, oscuro, y fácil de acariciar.

Todo él es un poema, todo él es lo que me llena.

Su cuerpo tumbado en la arena, oyendo al mar esculpir sobre la arena, y su subconsciente perdido en un mundo que yo no he conocido.

Mi mirada se perdía ante la belleza que delante tenía.

Unos escalofríos me recorrían el alma.. No era por el frío, aunque quizás también. Eran escalofríos de pensar, que un día me quede sin su presencia. Disfrutar los momentos es lo que me queda, pero mi cuerpo no se contenta con pensar esa teoría, el miedo sigue corroyendo mi ser.

No sabía diferenciar si las lágrimas eran producidas por el frío viento que hacía que mis ojos las fabricaran como arma de protección, o si eran producidas por esos escalofríos de miedo que tenía.

Las dos cosas... Si, seguramente por los dos motivos venían.

Y me encanta poder verle cogiéndome la cara y acercando sus labios hacía los míos para fundirnos en un beso.

Y me encanta que me abrace mientras me suspira en el oído.

Y me encanta poder saber con certeza, que aun me quedan momentos junto con su belleza.